Noventa y cinco.

En la infancia, aprendemos las cosas básicas para aprender a vivir.

En la adolescencia ponemos en práctica todo lo aprendido y comenzamos a sentir el amor y a sentir el sufrimiento, (una pequeña entrada de como nos sentiremos cuando tengamos la edad adecuada para casarnos y formar una familia)

En la madurez, todos, o la gran mayoría, ya tenemos conciencia de como debemos comportarnos, sabemos que no todo gira a nuestro al rededor y sabemos como defendernos ante los sentimientos medianamente.

Y la vejez, simplemente, es todavía un misterio para mi.

Noventa y cuatro.

Me conformo con saber que un día me quisiste de verdad.

Noventa y tres.





¿Y ahora cómo te digo que te echo de menos?